miércoles, 18 de abril de 2012

Amor, basura, Ivan Klíma, los rusos salvajes y otras sutilezas

Escribo por combatir la prescripción médica, entre tanta pastilla y tanta caída libre, escribir supone estar sentado un rato tranquilamente obviando casi todo pero sin dejar de mirar de reojo todo aquello que me encadena a mi Sísifo íntimo. Recapitulemos: vuelvo de dejar a la niña en el cole y en la radio dicen que Levon Helm tiene cáncer terminal; en mi cabeza resuenan los nombres de los cinco y tengo el impulso de parar el coche y abandonarme a las ganas de llorar que de golpe me han entrado. Ayer tuve una prueba para un trabajo, un examen para "operario de limpieza de mobiliario urbano". Éramos 42; no aprobó ninguno el teórico. ¿Qué pedían saber? Pues casi un ingeniero químico. Leí el examen y miré mi reflejo en el cristal de la ventana del aula y vi que no me parecía a Doc de "Regreso al futuro". Contesté lo que pude: ¿Silicio de aluminio para limpiar paredes de mármol? ¿Cuántas levas tiene un "árbol de levas" en un motor de cuatro cilindros? ¿Cuál es la presión idónea para quitar un graffiti con microcristales de agua? ¿Dicha presión es más efectiva a un metro y a 40 grados de inclinación? Mejor no digo el sueldo bruto... Convocatoria desierta.... A la hora... Había estudiado, claro, lo que había podido encontrar por ahí partiendo del escueto anexo de la convocatoria. A salir del examen me fui a tomar un pincho de tortilla y un café y a sentarme al sol a leer "Amor y Basura" de Ivan Klíma. Hay libros que salvan vidas. Es bueno no olvidar eso. Uno lee :"Ni yo mismo tengo claro qué es lo que me empujó a probar esta profesión tan poco atractiva. probablemente esperaba encontrar allí una nueva posición que me ofreciera una visión del mundo antes inadvertida. Uno constata repetidamente que, si de vez en cuando no observa el mundo y a su gente desde un lugar distinto al acostumbrado, se le van embotando los sentidos". Que nadie se llame a engaño. Es una cita tramposa de un comienzo tramposo. El protagonista del libro es un escritor que se ve convertido en barrendero por la censura estatal. Praga, 1970. La literatura como sublimación de un destino funesto. Meses antes, el protagonista deja su plaza en una universidad de estados unidos y decide volver. ¿Por qué, le preguntó el decano en la cena de despedida? "...yo lo único que quería era ser escritor y en mi país lo podía ser, mientras que allí, aunque siguiera paseándome en un Ford, no dejaría de ser uno más de los inmigrantes de los que se había compadecido una gran nación, añadí fanfarroneando. En realidad, lo que quería era volver a mi país, donde vivía gente que me era cercana, podía hablar con fluidez y escuchar mi lengua materna". ¿Y yo? Trabajo, una necesidad que del mismo modo me había llevado a hacer un entrevista el lunes para reponer "líquidos, sección lácteos" de un Carrefur soberbio. Me parece de mala educación (por no decir insultante) que te obliguen a dar una respuesta amable a la pregunta "¿cómo, con tu formación, quieres trabajar con nosotros?", o, "¿qué esperas de este puesto, es lo que buscas?" Tu puta madre, claro que no, pero es lo que hay... Lo peor no es ir a entrevistas así, pues ya tienes asumido que tu vida no es tu trabajo y que hay un bebé que alimentar y que si tienes que picar piedra, pues la picas; lo peor es contestar a ese tipo de preguntas y salir de allí dando por perdido un orgullo que hace tiempo dejaste tirado en una papelera dios sabe dónde. De todos modos, nada como la entrevista telefónica que tuve hace un par de meses para una funeraria. Contrato de media jornada, sueldo ínfimo, pero... disponibilidad permanente (ya se sabe, la Parca no suele avisar), "las horas que eches de más por lo días que no haya nada (esa Parca caprichosa...) Pues aún tuve que responder a un indignado dueño de funeraria porqué me parecía una tomadura de pelo, y amablemente además...

El caso es que yo visualizo, siempre que voy a lo que sea lo hago, y no me chirría lo que veo, pero ni con esas... Cuando comiencen las comuniones y las bodas, volveré a la lavandería de mi pater por eso de la limosna y no sentirme un inútil (capítulo aparte mi relación paternofilial)...

¿Por dónde iba? ¿Iba por algún lado?

Discos que me han dejado con la boca abierta... Howlin Rain y su The Russian Wilds, indescriptible, que sigan saliendo discos así hace que uno ame seguir vivo... Ver a Sofía Loren en "ayer, hoy, mañana". Posiblemente en ninguna otra película sale tan hermosa. Ayer la vi, y por un momento pugnó con Julie "Lara" Christie y Rita Hayworth en arrobar mi corazón. Diosdemividaydemicorazón... Yo miraba a mi bebé dormido bajo mi ala y pensaba "tendré que explicarle estas cosas, ¿no?". Más vale que su ideal platónico emocional sobre la belleza se vea encarnado en Sofía, Julie o Newman (él verá) que con cualquier fulana achonizada de moda o un maromo con rizos y tendencia al gorgorito joselinesco. Y lo mismo con todo... Dios, que me lío...

Escribo en un ordenador portátil aquejado de obsolencencia programada. Tampoco es tan viejo, nueve años. A mí me gusta, lleno de pegatinas en su tapa como un maleta abandonada en Venecia por Thomas Mann, y sus bordes descoloridos por apoyar los antebrazos al escribir... El informático me lo ha desauciado, pero no tengo para otro, de momento. Me acuerdo cuando me vi obligado a abandonar mi Smith Corona eléctrica porque el tío de la imprenta dejó de traer carretes de tinta. Y luego alguien se escandalizará porque siga diciendo que los ipad, lo reader o como coño se llame, esos aparatitos que van a revolucionar el leer y el escribir, me parecen el timo de la estampita. Evidentemente no son engendros del diablo, pero la Odisea se escribió (bueno, vale, alguien transcribió), se leyó o se escuchó a la luz de una hoguera... (algo, por cierto recomendable, leer una vez en la vida la Iliada en mitad del campo con tu tienda quechua al ladito de una hoguera (da igual si es la versión rimada o en prosa, tampoco nos vamos a poner quisquillosos, ni tampoco es imprescindible la túnica, ni un Pausanias algo salido dispuesto a darte un poco de propedéutica amatoria, con que tengas a mano una edición de la Iliada (versión rimada de Agustín García Calvo, editorial Lucerna, o la de Gredos de Emilio Crespo (merde, no era mal librero después de todo...) da igual...). El caso es que en lo que llevo escrito esto, el ordenador se me ha bloqueado cuatro veces. Él es así, cuando quiere, se bloquea, como Rouco ante la visión de un peludo alemán vestido de cuero. Es difícil seguir un hilo entre reinicio y reinicio... Pero yo soy más terco y empeñado me hayo de acabar esto, salga lo que salga... La idea de meter un pen con fotos para coger alguna e ilustrar este pintón texto se torna suicida, como si el alemán peludo vestido de cuero osara acercarse por detrás de Rouco y soplarle cariñosamente en la nuca... así que, venga, terminemos pronto y a pelo (Rouco dixit). Entonces tampoco hablo de lo que supone reescribir una novela en estas enervantes condiciones...

Ivan Klíma, "Amor y basura", editorial Acantilado, página 9: "Raramente me encontraba en situaciones así; casi siempre vivía apremiado por la idea obsesiva de todo lo que debía alcanzar en la vida si quería escribir bien. Desde niño había anhelado ser escritor, y la escritura siempre me había parecido una profesión noble. Creía que el escritor tenía que ser sabio como un profeta, puro y excepcional como un santo, y hábil y atrevido como un equilibrista en un trapecio. Aunque ahora ya sé que las profesiones selectas no existen, y que la sabiduría, la pureza, la excepcionalidad, la valentía y la habilidad en una persona pueden parecer desvarío, impureza, ordinariez y futilidad en otra, esa antigua idea se instaló en mi conciencia y en mi subconsciente, y probablemente por ello me incomoda denominarme a mí mismo escritor. Cuando alguien me pregunta mi profesión, intento eludir la respuesta. Al fin y al cabo, ¿quién puede decir de sí mismo que es escritor? A lo sumo podrá decir: he escrito libros. En muchos momentos pienso que ni siquiera soy capaz de determinar con exactitud cuál es el objeto de mi trabajo, qué distingue la autentica literatura del mero inventario, que está al alcance de todos, incluso del que nunca ha ido a la escuela, donde podría haber aprendido a escribir."

jueves, 5 de abril de 2012

Por qué voy a autoeditarme... cap I

Pido prestado un ordenador en una casa ajena y, haciendo caso omiso al ruido que me rodea, intento dar señales de vida, como si a alguien le importase que el caimán, por muy sincopado que sea, de señales de vida. Además, tengo el ordenador estropeado en casa, un virus no me permite acceder a ninguna cuenta de correo y navega con demasiada agua entrando por la quilla. Hasta que no inventen el chip que permita colgar entradas vertidas directamente desde tu cerebro, será necesario seguir buscando un tiempo y un lugar en el que sentarse a escribir.  Estos días han ocurrido muchas cosas y las sensaciones que me han causado han pasado por el filtro semántico de ser traducidas y verbalizadas dentro de mi cabeza; y ahí se han quedado.


Uno: Notas a pie de página, criaturas pequeñas e indefensas puestas en mis brazos, círculos concéntricos, cordones umbilicales que hacen que todo se relativice y lo que es tuyo pase a ser de esa persona, que depende absolutamente de ti. ¿Quién soy yo? Sea lo que sea, a partir de ahora lo soy por él.

Dos: Recibir una nueva carta de rechazo de una novela ("la muñeca rusa") ha sido tomada como la excusa necesaria para no avergonzarme frente al espejo sin fin en el que ahora me miro. Una carta de rechazo, la 18 o la 19, que ha sido diferente a las anteriores y que ha dinamitado mi autoestima como siempre, pero... Los días anteriores a la llegada de dicha carta, me replanteaba varias cosas respecto a dicha novela. Todas giraban en torno a lo mismo; ser poco a poco más consciente de que estaba inconclusa, de que la había dado por terminada demasiado pronto. Uno busca inconscientemente las razones que justifiquen lo que consideras tu merecido fracaso, y la impaciente necesidad de salir al paso de algo que cambiara mi vida y mi suerte de manera radical, hicieron que pusiese la palabra fin demasiado pronto y mandase dicha novela a casi todas las editoriales posibles sin querer ver que "La muñeca rusa" era una novela fallida, no acabada, imperfecta en muchos de sus lugares y rematadamente necesitada de una mayor concreción y desarrollo. 18 rechazos no fueron suficientes para darme cuenta. Llevo diez años anteponiendo mi concepción de la escritura y de lo que escribo a una industria (la editorial) demasiado acostumbrada a pasar como un rodillo por encima de muchisima gente como yo (es decir, una gran masa mediocre y tiernamente heroica) mientras con sarcástica ironía vemos cómo esa misma industria burguesamente autoindulgente, saca a la luz muy a menudo a escritores de calaña infame con padrinos de clase agradecida. Quiero decir, no publicaba porque lo que escribía era, y es, una mierda, pero a la vez, la misma industria editorial te la razón para lamentarte de tu mala suerte y, sin saber por qué, sigues escribiendo. Algunos mejoran y dan la campanada con un concurso que les permita ver su obra publicada, pero ahí acaba la cosa. Otros ven cómo van dejando de escribir y la vida les cae encima, y allá cada cual cómo se las ingenie para seguir soñando. Y otros lo vuelven y vuelven a intentar hasta que un día mueren sin que nadie les diga realmente si eran buenos escritores o no. Esos son los fantasmas, de verdad, los espíritus tristes que pueblan los sueños de Poe que después de muertos siguen preguntándose dónde está la objetividad que les permita saber si su vida mereció la pena o no y escribieron al menos una página digna de ser escrita aunque a nadie le importase que así fuese...

¿Yo? No lo sé. Por escribir he escrito varias cosas, un libro de relatos, un par de novelas, hasta la historia de uno de esos tristes aspirantes al título; he abierto un blog, lo he vuelto a intentar mientras me despreciaba a mí mismo y  me he consolado pensando que el romanticismo de la literatura estaba en empeñarme en cruzar el muro de Berlín mientras me iba empobreciendo oyendo una canción de Bowie y me quedaba con la duda de no saber si sólo era un estúpido o un genio incomprendido. Pues ni una cosa ni otra. El responsable del servicio de Publicaciones de la diputación de Ciudad Real ha hecho que abra los ojos. ¿Cómo? Pues devolviéndome "La muñeca rusa" junto a una carta donde se me comunicaba que  la comisión calificadora que decide los manuscritos que la diputación va a editar este año desestimaba mi novela propuesta. ¿Qué hace a este rechazo distinto a los demás? Pues que mi novela se quedó en un cajón y no fue entregada a ninguna comisión. No tengo pruebas, tampoco las necesito. Él lo sabe. Yo lo sé y así me lo ha confirmado una persona que no comprometeré diciendo quién es. Es raro abrir las tres copias de un manuscrito rechazado comprobando que no ninguna ha sido abierta. Allá él. Conforme salí de la copisteria fueron mandadas por correo y se me han devuelto igual de vírgenes y crepitantes. Ha tenido que pasar esa nimiedad para que pueda dar el paso necesario. No ha bastado con concursos amañandos, con cartas tipo (un aspirante a paso pluma no necesita cartas tipo, necesita "sí" o "no" o "trabaja el juego de piernas" o "dejas al descubierto el rostro al bajar la derecha" o "eres un manta pero tienes un gancho que es la hostia"), tampoco necesita saber que ha tirado su dinero a la basura (fotocopias, espirales, correos) en envío a concursos repartidos de antemano, y por no necesitar, lo que menos necesita son silencios eternos de editores condescendientes. Creía que cualquier editorial era mil veces mejor y tenía más autoriad que yo. No es que ahora hay cambiado de opinión, es su trabajo y yo soy un diletante; lo que ha cambiado es que me da igual que lo sea o no, esa no es mi guerra ni yo me defino por ella. Me ha hecho falta un rechazo de mentira de un editor de mentira para que yo, en este momento de mi vida, lo vea, si es que lo que estoy viendo no es un delirio también... 

Casi lo agradezco. Quiero decir, yo ya había asumido que "La muñeca rusa" necesitaba una profunda revisión y reescritura; su rechazo casi ha sido un alivio ("competía" con 3 novelas más, esta es tierra de poetas, las opciones de tener por fin un sí eran mayores, sencillamente), lo que no quita que de vez en cuando me cabree al pensarlo. Pero el otro día, viendo a mi hijo de diez días dormir, me di cuenta de algo. "La muñeca rusa" necesitaba que yo estuviese a la altura y le metiese mano de verdad (o al menos hasta donde soy capaz), y que por mi parte, le iban a dar mucho por culo al mundo editorial; soy demasiado viejo para ser una estrella del rock y soy demasiado joven para sentirme un fracasado (miro atrás y veo un negocio que me ha arruinado, un corazón defectuoso, un puñado de manuscritos rechazados, una falta de trabajo desmoralizadora y cruel, una ineptitud social congénita... ¿sigo?). A la mierda. Que le den por culo una ristra de mandriles en celo al mundo editorial mientas entonan la marsellesa cien mil parias y cien mil zorras decapitan a cien mil políticos y a cien mil hijos de puta, yo incluido entre ellos (y que alguien que no sea yo decida dónde ponerme).

Llevo varios días reescribiendo la historia de Milos Meisner. Me queda aún mucho trabajo. Bowie me sonríe desde una esquina llena de basura mientras silba (corregido) y se coloca el paquete. ¿Qué haré cuando acabe? Cuando acabe, si es que no la acabo de joder y consigo que la historia de Irina Belokoneva y un triste librero enfermizo y complaciente sea contada como merece (o al menos me acerque bastante), la registraré, Andrea Hauer hará una portada (tan preciosa como el grabado que preside este blog), Iván Pérez la maquetará y Felipe Rojas la imprimirá; después me haré una cuenta en paypal y la enviaré a quien me la pida, viva en el lugar del mundo que viva, al precio de un paquete de pañales, y si alguien la quiere en ebook, por el precio de un potito se la enviaré al correo electrónico que desee. ¿Qué puede suponer eso? ¿12, 15 ejemplares? No estaré más arruinado de lo que ahora estoy, y el mundo, aunque siga igual de feo, tampoco será peor, creo.

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