Estoy pendiente de una intervención quirúrgica y, la verdad, no me veo con ganas de encontrar qué escribir aquí; pasan muchas cosas y a la vez ninguna... como siempre, todo será cuestión de tiempo... Se amontonan los escritos empezados y no acabados, se apelotonan los quehaceres y los días se acumulan como mantras aburridos que sólo consiguen ser silenciados con canciones y pensamientos grabados en los troncos de los árboles del parque, ese al que ya no voy porque hace mucho frío y mi ropa de abrigo está vieja y desgastada.... Me muevo poco para mover "Cardiopatías", no hay librerías que quieran depósitos de libros autoeditados, y mi agenda de contactos es tan corta como la de inspector Clouseau. A veces sí pasa algo, y la aparente levedad de lo que sucede parece casi un cataclismo en determinados momentos. Andrés Sorel me escribe para decirme que ha leído los relatos de "Cardiopatías" durante su estancia en Sesimbra, y me dice que ha escrito algo que ha colgado en la página web de la Asociación Colegial de Escritores de España, que me lo manda también a mí y que espera que nos veamos pronto y que busque un lugar para presentar el libro en Madrid...
Esto es lo que ha escrito... Si alguien lo quiere, sólo tiene que pedirlo
CARDIOPATÍAS. Juan Miguel Contreras
Arritmias.
Otra vez un lugar de la Mancha. Pero nos
encontramos en la segunda mitad del siglo XX. Y entre jóvenes y adolescentes.
En el tiempo de la memoria de quién ya sabe que el camino de la vida, que
surgió de la nada, desemboca en la muerte, que es la nada a la que se regresa.
En el exilio interior, donde la soledad, el tedio y la nula vida cultural,
abren grietas al desánimo y la apatía que se combaten mediante el alcohol, las
escasas palabras que luego no se recuerdan, y los juegos, en los que el sexo
ocupa un lugar privilegiado. Con exiliados que nunca se sienten exiliados dado
que conforman la población sumisa, embrutecida, propia de una España que no
termina de soltar las cadenas del oscurantismo, del peso embrutecedor que sobre
ella impone la religión, de la ignorancia y la falta de utopías liberadoras.
Ellos, en sus gestos, actitudes y pensamientos configuran la minoría ajena, repudiada. Uno es el narrador, que
pasea su mirada sobre los tipos humanos que acompañaron su crecer a la vida, su
desarraigo del medio en el que la literatura va a jugar su papel determinante.
¿Realmente existió un tipo tan original como el que
cobra vida en el arranque de la narración, la arritmia con la que el corazón se
pone en marcha para conocer el alcance de su dolencia, y no digamos si es
física, humana o existencial, que puede abarcarlas a todas? No intentaremos
averiguarlo: porque sea inventado o reinventado, es, fundamentalmente,
literatura, y esto, en tiempos de enfermedad tal vez sin operación posible de
la propia literatura, es lo que nos importa y seduce.
La tierra de Almería, un desierto propio más que para
ambiente de películas, para que en él se pierdan almas vagabundas, expatriadas
de si mismas y de países y gentes con las que prefieren no convivir, es el
segundo camino- las venas son los caminos del corazón y las rutas de la memoria
los relatos confortantes de la literatura- por el que se interna la arritmia
que antecede a la hipertrofia.
Un relato bello, amargo y triste como la existencia de
quienes tienen necesidad de amar y no son capaces
de entregarse a sus sueños: leyes de la
herencia, convencionalismos sociales, la impotencia o la enfermedad de quienes
saben que resulta imposible abandonar la soledad. Porque nada existe peor que
un vencido que acepta el ¡ay de los
vencidos! De la propia existencia. De ahí el progreso, sin cura posible, de las
arritmias.
Hipertrofia.
La presencia de la muerte no es, en ocasiones, más que
la continuidad de determinadas vidas. El cojo Lucas es un personaje que en su
simplicidad lo expresa con profunda filosofía. ¿En que se diferencian o en que
consisten la razón y la locura? ¿No es la vida acaso un absurdo corredor de la
muerte? Y en el abismo del morir, saber que uno desaparece sin conocer si
existe o no existe Dios y que de existir no se le podrá maldecir lo suficiente
por todos los males que viene causando a la humanidad.
La verosimilitud de los personajes tiene que ver mucho
con el ritmo de la narración, con la exactitud y el rigor del lenguaje y aquí
el escritor se mueve sabiamente como hábil discípulo y continuador de los
narradores que hicieron de los relatos el otro género –con la poesía- certero y
difícil de la literatura.
Calcificación
La existencia, a través de la literatura. O cómo se
vence la enfermedad del cuerpo –casual y provocada por virus tan pesados como
inoportunos-. Las cloacas del organismo enrevesado y –perfecto para unos,
inexplicable para quienes no aceptan
el absurdo del dolor- de la civilización abiertas e intervenidas por cirujanos
del pensamiento y la palabra para exponer las miserias del ser humano. En la
lectura del mal que asola el espíritu, es decir, el causado por los represores
a los diferentes, el estrechamiento de las fronteras entre los criminales y los
sensibles, abordados ahora en la estela de un libro maravilloso El maestro y Margarita y un escritor
perseguido, Bulgakov, por el estalinismo nocivo, una de las grandes catástrofes
de la civilización en el siglo XX, coetánea de la mayor que nunca haya existido,
la impulsada desde Alemania por el poder nazi. Sería, al hilo de esta
reflexión, bueno reflexionar sobre la desmitificación del concepto pueblo, o de
las masas, bajo sistemas políticos y aparentemente antagónicos y que condujeron
a crímenes, genocidios y esclavitud para desembocar en regímenes burocráticos,
explotadores y corruptos como los que hoy ostentan el poder en esas naciones.
El corazón, de derrota en derrota, hasta la derrota
final.
Mordaza de bruma
es al tiempo un homenaje al Ensayo sobre
la ceguera de Saramago. Y así entramos en la fase de la
Insuficiencia.
Imposible Penélope.
Cuelgamuros. Nuestro pequeño campo de exterminio.
Vencidos. Fantasmas. Sobrevivientes. Trabajar, dormir, morir. Despedazados como
las piedras que hendían con sus picos, entre las que habitaban en peores
condiciones que los animales de las regiones más inhóspitas. El franquismo. La
memoria. Otro ayer que no existió. Otra vuelta de tuerca a la existencia del
mal, para que así pueda perpetuarse bajo nuevas formas, en las mismas u otras
latitudes. Y a la mayor gloria de la
Iglesia que conforma
el Dios más cruel y sanguinario inventado por los hombres, que rige
quienes se denominan católicos.
“Mi vida no vale nada… tiendo a pensar que fue el
mundo el que se fue a la mierda”. Como pensaron algunos sobrevivientes de
Auschwitz.
No es el corazón enfermo, son la Humanidad y la
civilización quienes en el siglo XX iniciaron el camino hacia la muerte y este
libro de relatos homenajea a un puñado de seres humanos para convertirse en la
música que nos dice que todavía existe la vida. En los mundos por los que
navega el autor, en la absoluta soledad, silencio del espacio –recordemos su
gran novela La muñeca rusa –otros
hablaron del silencio de Dios, es donde encontramos la angustia y desazón que
crean el pensamiento.
“Ella fue la que me hizo descubrir de nuevo mis
sueños, la que me hizo volver a verme a mi mismo dentro de mis sueños. Eso fue
lo que me mantuvo vivo en esa maldita sierra, donde una manada de desheredados
y enterrados en vida escarbábamos la montaña, olvidados del mundo”.
Cuelgamuros. El
vagabundo de las estrellas, de Jack London. Palabras. Literatura de un
auténtico creador, narrador. Lógico que entre, como les pasó a muchos
escritores bajo el régimen censorial soviético, en la semiclandestinidad.
Entonces era por el nefasto autoritarismo estaliniano. Ahora es el nocivo y
salvaje, explotador neocapitalismo y un mercado que impone la censura económica
como arma tan nefasta como la política. Afortunadamente aquellos que todavía
son capaces de leer y pensar
acabarán encontrando obras como la de
Juan Miguel Contreras.